Miguel T/ Vulgar Topic . Agosto de 2019
King Crimson es según palabras de Robert Fripp, una manera de hacer las cosas. Y hay que entender un poco ese punto para comprender la complejidad del concepto mismo ya que es, en esas “maneras”, donde radica la magia musical de esta enorme agrupación, que dicho de sobra es una de las más longevas de la historia de la música.Para las presentaciones en el Teatro Diana, Fripp se ha hecho acompañar en la sección rítmica de tres bateristas de renombre: Pat Mastelotto, Gavin Harrison y Jeremy Stacey (quien ya había estado en el mismo escenario junto a Noel Gallagher en el 2016). En la sección de alientos, Mel Collins; Jakko Jakszyk en la segunda guitarra y voz, y por supuesto en el bajo, el maestro Tony Levin.
Como entes ajenos a una era en la que percibimos y capturamos la realidad a través de las pantallas de maravillosos smartphones, de manera reiterada se solicitaba al público abstenerse de tomar fotos o video durante la actuación.Y es que no es para menos ni descabellada la petición, ante tales genios musicales sólo bastan los sentidos para disfrutar y de paso no distraerse, ya que cada acorde, cada golpe y cada nota interpretada son verdaderas hazañas.
Una vez comprendido -o resignados a ello-, la velada de la segunda fecha en nuestra ciudad comenzaba en el recinto con una interpretación percusiva titulada “Hell Hounds Of Krim”, a cargo de los tres bateristas, en la que intercambian tiempos y remates creando una sensación de malabarismo sonoro, incluso tocando en momentos con hasta dos baquetas en cada mano. Para luego de ello ligarse a los primeros acordes de “Radical Action II” de su disco ‘Radical Action to Unseat the Hold of Monkey Mind, y apenas veinte minutos transcurridos, le seguía un tema denso de atmósferas distorsionadas y notas graves, “Level Five”, de esa gran joya del 2003,’ The Power to Believe’, en el que por más de ocho minutos pudimos presenciar una ejecución impecable.
Continuaron con un pasaje de confección serena, destacando la actuación en la sección de alientos, principalmente en la interpretación de “Lizard” con sus más de veinte minutos de curso, dando un paso en comparación breve por “Neurotica”, en la que haciendo un gesto virtuoso en los tambores, Pat Mastelotto finaliza marcando el mismo tiempo que la guitarra de Fripp para volver a la calma de “Moonchild Including The Dream And The Illusion”, siendo esta la primera pieza del álbum ‘In The Court Of The Crimson King’ en ser tocada dentro del setlist, y que para esta gira pretenden incluir casi en su totalidad, ya que dicho álbum aparte de ser probablemente su trabajo más icónico y también cumple medio siglo de haber sido grabado.
Fue al fin de esta triada de canciones que volvieron a la acidez de la distorsión con otro enorme tema, “Red”, de su álbum homónimo y en la que pudimos disfrutar de la ejecución de Tony Levin tocando el bajo con arco.
“Epitaph” con ese ambiente ecléctico y melancólico fue la pieza con la que cerraron la primera parte de la noche. Tras veinte minutos de un merecido receso y en el que los asistentes intercambiaban opiniones y la emoción de estar ahí, arribaban de nuevo al escenario Fripp y compañía, y en esta ocasión tocaba el turno a una pieza a cargo de nuevo de los tres baterías titulada “Drumzilla”: una verdadera oda a los tambores que dotan al momento de un aura un tanto africana en la que poco a poco se incorpora la base sonora del Chapman Stick a cargo de Levin, y con la forma de “Discipline” & “Easy Money”, pieza que nos introdujo a una improvisación solemne en la guitarra de Fripp secundado por una sección de toys por parte de Mastelotto y las voces casi etéreas de Jakko Jakszyk, realizando una glosa singular.
Le siguió “Indiscipline”, con esos tiempos entrecortados que se prestaron muy bien para un intercambio de compases y redobles entre los tres bateristas. “Islands” nos regresaba a una dimensión de quietud con esas notas de piano por parte de Jeremy Stacey y la intervención de Mel Collins en el saxofón alto, sublime sería el adjetivo adecuado para ese momento.
“Starless” nos remitía de nuevo al álbum ‘Red’ y de la mano de Robert Fripp pudimos presenciar la esencia más casta del rock progresivo de los años 70, con esos tiempos cambiantes en las notas de una guitarra distorsionada y estridente en continuo contraste con pasajes melódicos, que resultan en una vorágine de emociones y así sin más, llegamos a otro clásico que era por supuesto ineludible: “The Court of the Crimson King”, que con esos arreglos orquestales de pronto daban la impresión de ser un número mayor a siete músicos en escena. Al terminar este tema se despedían de la multitud que no dejaba de aplaudir y manifestar una energía frenética.
Había llegado la hora de las fotografías pues Fripp y Levin alzaban sus cámaras indicando la señal prometida, fue así que salieron del escenario dejando atrás a un público entregado que no estaba dispuesto a marcharse aún, pese a las más de dos horas de espectáculo.
Apenas transcurridos tres minutos volvían a sus puestos para obsequiar al público tapatío un tema emblemático de su repertorio, “21st Century Schizoid Man”. Quizá era realmente la canción más esperada por la mayoría o no, pero fue la que culminó de forma grandiosa la noche, sobre todo por el preciso y bien ejecutado solo de batería de Gavin Harrison, que atrajo la atención de los presentes de manera contundente. Así finalizaba la segunda actuación de King Crimson en nuestra ciudad, en la que sin lugar a dudas se llevaron las palmas de un público merecedor de tal entrega.