Víctor Mendieta/ Vulgar Topic . Abril de 2019
“¡Cagadeeerooo, cagadeeerooo!”. El grito desgañitado y recurrente de una headbanger de baja estatura y que crispaba los nervios de una parte del respetable, quizá debió haber sido escuchado para activar las alarmas.“¡Arriba el cagadeeeroooo!”. El clamor resultaría premonitorio, ya que minutos después de sus primeras emisiones Suffocation tomó el escenario del C3 Stage y desde ahí, lanzó un ataque feroz de brutal death metal que pulverizó cuencas auditivas y convirtió la pista de baile en un pandemónium.
La expectativa que generó el regreso de Suffocation a Guadalajara -al menos para la poca fanaticada de la música extrema que ocupo menos de la mitad del recinto-, fue rebasada por el set machacador de la veterana agrupación, que se presentó con algunos elementos distintos respecto de su anterior show en la ciudad (2014): Charlie Errigo, a la guitarra; Eric Morotti, batería y el cantante Ricky Myers.
Con el bajero Derek Boyer y el inconfundible Terrance Hobbs en la primera línea de artilleros, la agrupación despachó más de una hora de fogonazos como “Thrones of Blood”, “Infecting the Crypts”, “Catatonia”, “Pierced from Within” o “Clarity Through Deprivation”, de ‘… Of The Dark Light’, su último disco.
El “cagadero” se volvió realidad y los piñazos no cesaron dentro de un círculo violento que se abrió desde el primer riff. Cerveza derramada, gorras pisoteadas, karatazos estilo hardcore y hasta maromas por parte de aquel pregonero citado, adornaron el campo de batalla en que se convirtió el cierre de su gira latinoamericana 2019.
Antes de la tormenta no hubo calma. Los experimentados thrashdeathsters Atheist, quienes compartieron tour con Suffocation, metieron al público en un viaje turbulento que lo sacó del marasmo dominguero. Con ejecuciones de técnica rigurosa, momentos cargados de groove y generosos pasajes jazzísticos, los oriundos de Florida hicieron que hasta los impávidos escépticos terminarán vitoreándolos .
Los bisoños, pero no menos salvajes Medical Negligence, fueron los encargados de levantar el telón de una noche que terminó por ser redonda para los partidarios del metal de ocho cilindros.